Reconoce que siempre tuvo curiosidad por ese órgano que veía desde la verja del coro
uan San Martín acude todos los días a la catedral basílica del Pilar con paso animado y mirada vivaracha. Podría ser cualquiera de los zaragozanos que tienen entre su rutina pasar a ‘saludar’ a la Virgen del Pilar antes de cualquier quehacer, pero él viene todos los días a trabajar. Es el organista titular, un título que se ganó con esfuerzo tras aprobar la oposición para tal puesto. Su tarea es acompañar la misa que se realiza de lunes a sábado a las nueve de la mañana y las dos ceremonias de los domingos; ponerle, al fin y al cabo, música a la espiritualidad. Y tiene unos escuderos ‘de altura’ para esta tarea, los Infanticos, los niños del coro vestidos de rojo y blanco que son toda una institución en Zaragoza.
Su papel es importante pero, a la vez, discreto. El Pilar tiene dos órganos, uno frente al altar mayor y otro donde está ubicada la Virgen y, aunque siempre presente, el público no puede ver el espectáculo que es ver a Juan tocar cualquiera de los dos instrumentos, sobre todo si es el gran órgano de El Pilar, con 5.391 tubos. Porque si el sonido ya impone en una basílica como esa, descubrir que este instrumento tiene un teclado para las manos y otro para los pies puede dejar a cualquiera embelesado durante horas. La labor de coordinación es extraordinaria. Más aún si Juan es capaz, un lunes por la mañana a las 09.00 horas, de acompañar el canto de los Infanticos tocando con una mano el teclado, no dejando de mover los dos pies en el teclado inferior del órgano pequeño mientras atiende las indicaciones del director de música.
“La música es universal y ayuda al recogimiento”
“Llevo 20 años tocando aquí”, cuenta Juan. “Primero llegué como voluntario. Después, en 2005, el Cabildo me preguntó si quería acompañar las misas conventuales que el organista que estaba entonces ya no podía seguir tocando, y en 2011 me saqué la oposición”. Reconoce que siempre tuvo curiosidad por ese órgano que veía desde la verja del coro y que ser el organista titular “es un sueño”. Para la oposición tuvo que defender la historia de la música en la Iglesia y conocer los tiempos litúrgicos, además de afrontar la parte más técnica: improvisar, acompañar unas vísperas, una coral...
El repertorio se renueva siempre, lo que exige “una búsqueda incesante”
Las ‘tripas’ del órgano son un laberinto de tubos y cuerdas que repelen a las manos inexpertas
Como cualquier oposición no fue fácil, pero tampoco lo es tocar este instrumento. Hay que saber acompañar un canto o un coro, adecuarse a la misa de cada momento, estar atento a las necesidades del sacerdote… También está la parte más personal, la que el organista toca su pieza aunque nunca debe tener demasiado protagonismo; es la misa el centro de todo. “Aunque si la misa es de la Ascensión intento que la música también sugiera esa ascensión; el día de Pentecontés, que ese rugido aparezca con unos registros fuertes que simbolicen las llamaradas, el estruendo. La música es universal y ayuda, además, al recogimiento”, explica Juan.
Dice que la primera vez que tocó el órgano fue emocionante pero los ojos le brillan aún más al recordar el día que su antecesor, Joaquín Broto, antes de fallecer, le dio sus llaves: “Fue una cosa anecdótica porque yo ya tenía mi juego de llaves, pero es como si me cediera las suyas. Fue un momento bonito e inolvidable”.
En 2018 el organista titular de Notre-Dame ofreció un concierto gratuito en El Pilar
Juan también trabaja entre bambalinas. El repertorio se renueva siempre, lo que exige “una búsqueda incesante”, en un trabajo codo con codo con el director musical de las Catedrales de Zaragoza. También ejerce de ‘mecánico’. El órgano grande del Pilar fue construido en 2008 por la compañía alemana Klais, aunque la caja que lo alberga fue ampliada en 1937. Pese a que solo cuenta con 11 años, requiere de un mantenimiento constante. “Necesita revisiones anuales, como un coche, porque sus mecanismos eléctricos y mecánicos son bastante complejos”.
Las ‘tripas’ del órgano son un laberinto de tubos y cuerdas que repelen a las manos inexpertas: cualquier roce puede cambiar el sonido… o dejarlo mudo. Este órgano estuvo un año en silencio tras la explosión de un artefacto colocado entre los bancos de la basílica y que llenó de polvo los tubos. La tarea de limpieza fue dura porque hubo que desmontar el instrumento entero. Fue en 2014.
“Me queda toda la vida para seguir estudiando, es maravilloso estar aquí”
Tres años después de su reinauguración, en 2018 el organista titular de Notre-Dame (París) se sentó en su banco para ofrecer un concierto gratuito. No ha sido la única personalidad que ha acudido hasta Zaragoza y no será la última: los ciclos de conciertos son constantes a lo largo del año, como las ganas de Juan de seguir disfrutando con este trabajo. “Me queda toda la vida para seguir estudiando, es maravilloso estar aquí, en un lugar tan emblemático”, apunta Juan, sonriente y agradecido.
El turismo asociado a los bienes inmuebles de la Iglesia católica tiene un impacto aproximado de 1.600 millones al año en el PIB de Aragón, según refleja un estudio de 2014, promovido por la Conferencia Episcopal Española y certificado por la auditora PwC. Una riqueza para el territorio que no se podría entender sin la catedral del Pilar, por la que pasan cerca de cinco millones de personas cada año. Pero tampoco sin el resto de monumentos y edificios que la Iglesia mantiene al servicio del pueblo en todas las diócesis aragonesas: Teruel y Albarracín, Barbastro-Monzón, Jaca, Huesca, Tarazona y Zaragoza.
Estimación del impacto del turismo asociado a los bienes inmuebles de la Iglesia católica en el PIB de Aragón:
En concreto, abrir el Pilar –solo para el culto– le cuesta a la Iglesia 2.200 euros al día (gastos de limpieza, seguridad, luz, calefacción, etc.). Aun así, no se cobra entrada. Al margen de los gastos ordinarios, el Cabildo Metropolitano de Zaragoza ha destinado cerca de un millón de euros en los últimos cinco años para el mantenimiento de una catedral que atrae a visitantes de todos los rincones del mundo. Por algo muchos la consideran el “corazón de Aragón”.